El Chess Club and Scholastic Center de San Luis encabezado por Rex Sinquefield decidió volver a regalar a los aficionados al ajedrez un evento único. Si el año pasado Garry Kasparov reaparecía para jugar un torneo de rápidas contra Nigel Short esté año en busca del más difícil todavía, lo hacía para enfrentarse a los tres mejores jugadores de los Estados Unidos. El espectáculo estaba servido. Pasado contra futuro, el ajedrez de las computadoras contra el ajedrez tradicional. La ocasión perfecta para desenterrar la nostalgia de todos aquellos que pensaron que cualquier tiempo pasado fue mejor.
De izquierda a derecha - Nakamura, Caruana, Kasparov y So - Foto: Austin Fuller |
Durante dos días con un total de 18 rondas a un ritmo frenético, 5 minutos por partida con 3 segundos de retraso por jugada, hemos visto como Garry Kasparov, Fabiano Caruana, Hikaru Nakamua y Wesley So se destrozaban entre ellos sin ningún tipo de piedad. La gran pregunta que flotaba en el aire – ¿podrá Kasparov enfrentarse al número 2, 6 y 10 del mundo y salir vivo? – quedó contestada en la primera partida cuando Garry masacró a Wesley So sin piedad.
Wesley So durante el torneo de blitz con Kasparov. Foto: Lennart Ootes |
La tribu de los nostálgicos, esos que aprendieron ajedrez viendo como las dos K, Kasparov y Karpov, se enfrenaban entre ellos no cabían en su dicha. La conclusión, para ellos, estaba clara: estos jovenzuelos, Kasparov prácticamente les dobla en edad, que han aprendido a jugar con un módulo de análisis no tienen la comprensión del juego de los viejos grandes maestros. Durante las seis primeras rondas, Kasparov, parecía darles la razón e iba concatenando victorias con tablas, y así, sin conocer la derrota lideraba la clasificación.
Pero en la séptima ronda el mundo volvió a su sitio y los nostálgicos se dieron un baño de realidad. Kasparov después de realizar una exhibición de juego contra Wesley So se dejaba una pieza. Así sin más. Fue un punto de inflexión. El Dios se hizo hombre. Y no solo por perder una partida rápida, sino por como la perdió, habiéndola primero ganado para después perderla por un incomprensible error. El día acabó con Kasparov a medio punto de los líderes y con todas sus posibilidades intactas.
Garry Kasparov durante el torneo de blitz celebrado en San Luis. Foto: Lennart Ootes |
Durante la segunda jornada se confirmó lo que todo el mundo intuía: Kasparov desplegaba un juego bonito, precioso, dinámico, dominaba a sus rivales exhibiendo un ajedrez maravilloso, intuitivo pero en la segunda mitad de la partida se desplomaba. En parte por falta de energía, en parte por los apuros de tiempo, su ventaja se esfumaba. Kasparov jugó como un Dios y perdió como un hombre. Nakamura, Caruana y So le hacían morder el polvo demostrándole que un talento inmenso no era suficiente y que la edad y, los años de inactividad, le iban a pasar factura.
¡Feliz de haber ganado el “Ultimate Blitz” hoy! ¡Más importante aún, ha sido un honor jugar contra el excampeón del mundo @Kasparov63 quién todavía es el jefe!
|
Nakamura ganó pero como el mismo dijo eso no fue lo importante. Lo importante fue volver a ver jugar a Kasparov. Ver como disfrutaba, ver como se enfadaba, como se tomaba el campeonato totalmente en serio y como sacaba su famosa mala leche cuando perdía una partida. Porque mala leche haberla hubo y sino que alguien me explique cómo esta exhibición de Kasparov coincidió con las dos últimas jornadas del Norway Chess ¿Tal vez porque el Norway Chess decidió no formar parte este año de ese circuito de ajedrez auspiciado por Garry Kasparov y Rex Sinquefield llamado Grand Chess Tour? En el ajedrez como siempre, pocos y divididos. O tal vez esté viendo yo demonios donde no los hay.
Clasificación final del torneo de blitz |
Nuevamente el espectáculo que ofreció el Chess Club and Scholastic Center fue impecable. Con una realización increíble nos regaló uno de esos torneos únicos que se graban en la memoria. Kasparov no ganó ¿y qué más da? Nos hizo vibrar, nos hizo disfrutar, consiguió que nos emocionásemos y que volviésemos a sentir verdadera pasión por el ajedrez algo que ninguno de esos jovenzuelos, de momento, por muy bien que jueguen es capaz de hacer. Kasparov no es solo un jugador de ajedrez, es una leyenda y volverlo a ver jugar, simplemente, no tiene precio.
Noticias relacionadas:
No hay comentarios:
Publicar un comentario