– Joel, nunca, nunca me hubiese esperado esto de ti, ¿pero te
has vuelto loco o qué? – comentaba el profesor mientras los acompañaba al
despacho del director - ¿Y tú, Victor?, siempre igual…, estas en todos los
follones. De verdad que...
– Quedaros aquí que ahora viene el director – les dijo el profe
– os vais a enterar. Se os va a caer el pelo.
Joel y Victor se quedaron solos en el despacho del director.
Joel era un chico tranquilo, buen estudiante, disciplinado pero ese día había explotado.
Victor llevaba meses acosándolo, en clase, en el patio, a la salida del
instituto. Eran pequeñas bromas, comentarios tontos que provocaban la risa de
todos pero hoy había llegado al límite. Hoy ya no intentó ser más gracioso que
Victor, o hacerse su amigo, o ignorarlo, hoy simplemente se le echó encima y empezó
a golpearle mientras lloraba lleno de rabia.
Mientras permanecían en silencio, en el despacho del
director, Joel no pudo evitar fijar la vista en un tablero de ajedrez. Siempre
se había preguntado porque los alfiles tenían tan mala cara, parecían
permanentemente enfadados, como Victor. Joel en los últimos meses de acoso había encontrado
refugio en el ajedrez. Se le daba muy bien, y lo más importante, las reglas
estaban claras desde el principio. No había sorpresas.
– ¿Eh, tú? – le dijo Victor – ¿Qué miras? No me digas que tus
dos neuronas te dan para jugar al ajedrez.
Por un momento a Joel se le iluminaron los ojos, Victor le podía
ganar en todo, era más alto, más fuerte, más popular, pero ¿al ajedrez? Al
ajedrez no. Ese era su reino.
– Me sobra una para ganarte – le contesto Joel con una mirada desafiante.
– Juguemos – respondió Victor.
Al final el día no iba a ir tan mal. Seguramente los iban a
expulsar del instituto por pelearse, pero al menos se iba a dar el gusto de
machacar a Victor al ajedrez. Pero no fue tan fácil, Victor era un rival mucho
más duro de lo que Joel podía suponer y se defendía como un gato panza arriba. La
partida se alargó, tanto que acabaron perdiendo la noción del tiempo. Pasaron por la apertura, el
medio juego y se vieron las caras en un final de alfiles de distinto color.
Finalmente Joel, con una brillante técnica y un impecable uso de su alfil,
logró vencer.
Victor levantó la cabeza y lo miro fijamente a los ojos. Joel
por un momento temió que le soltase un guantazo o alguna burrada, pero Victor,
con voz tímida, se limitó a decir: ¿Y esa jugada?, ¿Me puedes explicar cómo lo
has hecho?
El director un viejo aficionado al ajedrez, que llevaba un
rato observándolos en silencio, viéndolos allí jugando y analizando la partida
decidió no expulsarlos. Su castigo sería ir un mes durante la hora del
recreo a su despacho a jugar una partida de ajedrez.
Los chicos salieron del despacho contentos, aliviados y comentando
la partida. Joel se giró para despedirse del director y durante un segundo le dio
la impresión, de que su alfil, sonreía.
Dedicado todos aquellos que alguna vez han sido acosados. Dedicado a todos los docentes que día tras día se dejan la piel cuidando y educando a nuestros hijos
Muy bien tío. Muy buena historia.
ResponderEliminar;-) Gracias!!
ResponderEliminarSí, muy buena. Comparto y difundo.
ResponderEliminarUn saludo.
Buen relato. Seguro que eres un buen profesor!
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